PROLOGO

Caperucita se fue de casa, Editorial Planeta de Papel es el libro que nos reúne hoy para acompañar al autor, Marcelo Beltrand Opazo, en un acto que tiene mucho de despedida. Cada vez que un escritor lanza un libro, algo de él se desgarra en este rito de pasaje. Lo creado se va a caminar por su cuenta, a tocar en lo íntimo a otros y sabremos de él solo por los comentarios.
Esta obra nos habla de reflejos y trizaduras en la profundidad interior, donde todo es recordado en un diálogo diferido y superpuesto. El mismo título nos lleva a los años primeros y nos pone frente a las dualidades que han poblado nuestras pesadillas. Vida y muerte, bestia y hombre, infancia y madurez, van pasando en los rápidos parpadeos de la microficción, trabajados en el zapato chino de esta técnica ya consolidada. Esta edición agrupa cuarenta y cinco cuentos breves e hiperbreves. Segmentados en tres partes, la primera, mantiene el título de la obra y despliega una serie de personajes en un desfile que empieza con aires de circo y fiesta para terminar intervenido por la realidad siempre vulgar y cambiante. La segunda titulada Pequeños Suicidios está constituida por once textos cuyos personajes establecen un coqueteo tenaz con la Muerte, una relación casi amorosa, casi perversa, que nos interpela como lectores conscientes de nuestra propia mortalidad. El Mundo de Esteban, tercera y última parte, también once textos, el personaje se interroga a sí mismo sobre el mundo, su yo interior y los planos de la realidad en la que vive. De paso, nos pone un espejo en que no podemos dejar de mirar nuestras propias contradicciones.
Los invito a leer este libro, este mundo de Marcelo Beltrand Opazo, donde la Caperucita es feminista activa y lee a Simone de Beauvoire y Batman debe afiliarse a Fonasa como indigente al no poder constatar sueldo. No es un libro humorístico aunque propicie alguna carcajada y muchas sonrisas. Como todo aparato cultural el libro es peligroso, asocia, reconecta, busca y atrapa en una palabra o frase al lector desprevenido obligándolo a volver atrás y a repensar su propio mundo.
Cada microcuento de Marcelo Beltrand Opazo busca esa zona sensitiva sin edad que ocultamos de la mirada ajena porque nos permite ser lo que creemos que somos. Pero el autor tiene oficio y, como en el brevísimo cuento que lleva ese nombre, lanza con pericia las palabras al blanco.
Estimados lectores, quedan ustedes advertidos.



Susana Sánchez Bravo